Emilio Mayayo, Marcial García Rojo, Antonio Félix Conde
Juan A. Bardem, prestigioso cineasta y tío del actor más laureado de nuestro país, Javier Bardem, que por cuestiones que no vamos a detallar utiliza el primer apellido de su tío y de su madre, cuestión de elasticidad mental, como ocurre con el nombre de nuestra sociedad (patología frente a anatomía patológica). Este director realizó en 1954 una curiosa película «Felices Pascuas». El tema principal es que a un modesto barbero le toca el premio gordo de Navidad, 2 pesetas que se transforman por el azar en 15.000 pesetas, todo un premio para aquellos tiempos. Ante tal generosidad del destino actúa como muchos actuarían, harto de pelar las barbas del vecino y por discrepancias con el patrono, se despide a la española ¡aquí os quedáis y viva la libertad!. Todo se complica cuando al llegar a casa, la mujer con toda su bondad y generosidad, ha repartido el billete en participaciones y al final las 15000 se transforman en un precioso corderito, por arte del intercambio de participaciones, y sobre el corderito pivota el eje del desarrollo del film. Detrás del argumento de la película hay una clara finalidad que cada uno debe apreciar. También detrás de cada beca o premio hay un principio y una finalidad. El principio puede ser memorar el nombre de quien figura en el premio y la finalidad, recompensar al premiado y a ningún premiado se la ocurrirá hacer lo que hizo el bueno del barbero, no están los tiempos para estas proezas.
Entre los varios premios y becas que van a aparecer en el ámbito de la Patología, algunos de los cuales se otorgarán durante el XXIV Congreso de la Sociedad Española de Anatomía Patológica y División Española de la Academia Internacional de Patología y XIX Congreso de la Sociedad Española de Citología en mayo de 2009, quiero destacar dos, el premio «Alberto Anaya», que ya fue comentado en una anterior editorial y la beca «Horacio Oliva Aldámiz». El primero, pensamos que puede impulsar nuestra revista y pretende potencial nuestro idioma dentro de la comunidad científica, idioma que une a millones de personas y a excelentes patólogos. El nombre de este premio no tiene discusión, Alberto Anaya fue el primer director de nuestra revista, un hecho memorable en tiempos poco propicios. Hace más de 40 años realizó un gran esfuerzo y junto a un reducido grupo de patólogos nos dotó de una voz, de un medio de comunicación y de un órgano de expresión que hoy día sigue siendo tan importante a pesar de las telecomunicaciones. Revista Española de Patología está adquiriendo peso dentro de la patología y dentro de la comunidad científica, pudiendo ser el referente de la Patología en español. Cada vez más nos llegan trabajos de diversos países latinoamericanos y algunos europeos, esto es un punto a valorar y podemos deducir que nuestra revista tiene su difusión y se valora. También es de valorar que haya sido incluida en EBSCO y esté siendo valorada por SCIELO, Current Contens, EMBASE, Medline, Science Citation Index, Research Alert. Creo que este es un gran premio para toda la comunidad de patólogos que leemos y publicamos en nuestra revista, el reconocimiento internacional de calidad.
La segunda, es la beca «Horacio Oliva Aldámiz», maestro de maestros, beca que honra a un gran profesor, a un gran patólogo, a un gran profesional y a un gran entusiasta de desarrollar lazos científicos y amistosos con nuestros hermanos latinoamericanos. Con esta beca, que ha sido impulsada por el Club de Patología Infecciosa de la SEAP-IAP-DEAIP, con la finalidad de divulgar los conocimientos de la patología en las enfermedades infecciosas, se pretende continuar la labor iniciada por el Profesor Oliva tiempo atrás, los vínculos científicos y amigables con nuestros colegas latinoamericanos.
Sin embargo, los premios no son nada si no se plantean unos objetivos más ambiciosos. Solo servirían para el sueño de una noche de verano. Los patólogos españoles debemos ansiar más, que nuestra profesión sea reconocida no solo por los profesionales de la medicina, sino por todos los usuarios de la medicina, es decir, por todo el mundo. No nos vale saber que somos buenos, que somos los mejores profesionales, el eje de la medicina, del diagnóstico, lo deben saber los demás. Debemos y tenemos que darnos a conocer a la sociedad, no es suficiente sea solo puntualmente y algunos patólogos. Debemos ser como el corderillo de la película mencionada, que de ser plato para banquete, pasemos a ser centro de la mesa. Nuestra especialidad debe ser conocida y no decir que hacemos autopsias o que estamos en un laboratorio, somos ciencia y somos la palanca de cambio del motor de la medicina. Debemos salir de nuestros sótanos, de nuestro ostracismo, de sentirnos infravalorados. Empecemos por convencernos nosotros mismos de nuestro valor y nos haremos valorar. Así, el mejor premio será que la PATOLOGÍA y los patólogos sean reconocidos por la sociedad como es necesario y nos merecemos. La mejor beca será que este premio dure y se prolongue «per secula seculorum».
Emilio Mayayo, Marcial García Rojo, Antonio Félix Conde